CAPÍTULO X
No iba a verla, pero caminaba a lo largo de la calle con el pensamiento ausente. ¡Evora! Quince días sin verla. ¡Quince horribles días! Era... era demasiado. Iba a casarse con Mildred. Al menos eso había decidido a solas consigo mismo en aquel viaje a Londres. Era su deber y él conocía muy bien la responsabilidad de ese deber. No podía volver a ver a Evora. Era preciso renunciar a ella desde aquel instante.
Atravesó la calle y con asombro se vio ante la casa de Evora. ¿Y si subía? Podía verla por última vez y decirle... Sí, subiría y le diría... que iba a casarse. Que aún no se lo había dicho a Mildred ni a sus padres, pero que pensaba decírselo uno de aquellos días...